En el conjunto de prácticas de los videntes, la Recapitulación no sólo tiene un lugar destacado. Puede afirmarse, simple y sencillamente, que es la más importante entre ellas. A su relevancia corresponde –aunque parezca extraño– el hecho de que es también la más fácil de ejecutar. Resulta evidente, para quienes la han practicado con asiduidad, que esa sencillez en su ejecución hace eco de un hecho inherente al ánimo del guerrero-viajero: la conciencia de ser no se fundamenta en complejidades, sino en la profundidad insondable de sus capas, cada una de las cuales refleja la sencillez de lo esencial. Si hablamos de complejidad, entonces, nos referimos a la acumulación de esas capas, y a las incontables combinaciones en que sus interacciones pueden manifestarse.

Así, mientras la práctica de la Recapitulación inicia con un simple ejercicio de memoria y respiración, sus efectos se extienden a todos los niveles de nuestro ser. Ninguna otra hábito parece fortalecer y consolidar tánto –y tan rápidamente– cada capa de nuestra conciencia como la Recapitulación.

En el nivel de lo cotidiano, la Recapitulación libera recursos ocultos del cuerpo que nos permiten sostener relaciones de una forma cada vez más eficiente. Recapitular no sólo limpia los vínculos que hemos mantenido con todas las personas y espacios de nuestra vida; también nos prepara para enfrentar nuevas relaciones y circunstancias con mucha mayor claridad y eficiencia. Su secreto radica en que crea espacios libres en nuestro interior, comenzando por el estrato energético fundamental; y esto se extiende a planos que pueden sernos más familiares, como nuestra psique, nuestros sentimientos, y el impulso de la homeostasis en el organismo.

De acuerdo con los hombres y mujeres de conocimiento, la Recapitulación tuvo orígenes muy humildes. No obstante, llevó al descubrimiento más monumental en la historia de todos los linajes de videntes. Ese hallazgo marcó el inicio de una nueva era, con el advenimiento de los llamados nuevos videntes.

Todo comenzó cuando, a fin de organizar sus enseñanzas, los videntes experimentados se enfrascaron en un esfuerzo por recrear los episodios en los que mostraban a sus aprendices aspectos específicos de su conocimiento. No se limitaban a recordarlos mentalmente, sin embargo. Dado que eran videntes, eran capaces también de revivirlos al mover su punto de encaje al sitio donde estaba cuando trancurrió el evento que les interesaba. Otros videntes, al percibir la conciencia de quienes dejaban la tierra tras ejercitar esa recapitulación, se percataron de que el campo de conciencia ontológico no la absorbía como hacía con otras. Parecía, por decirlo así, tener un momento de titubeo.

Y fue eso lo que les condujo al hallazgo crucial: el campo de conciencia ontológico –al que llamaban figurativamente “El Águila”, o el “Mar Oscuro de la Conciencia”, no está interesado en consumir nuestra individualidad. Lo que reclama para sí, tras fragmentarse parcialmente en las diminutas sondas de conciencia que son los seres vivos, son las experiencias que éstos han adquirido en su tránsito por la vida. La suma de esas experiencias conforma una suerte de espejo inconmensurable, en el que el campo ontológico se refleja. A los videntes les resultó evidente que hace eso a fin de tomar conciencia de sí mismo. Naturalmente, y por extensión, el propósito de los seres vivos es acumular conciencia a través de sus experiencias en el mundo.

La Recapitulación tiene entonces el efecto de separar la fuerza cohesiva que nos hace individuos de dichas experiencias. Al recapitular, la sustancia de nuestras experiencias fluye naturalmente hacia el campo ontológico, sin afectar nuestra cohesión individual. Es como hacer el pago de una renta por adelantado, con lo que se nos permite conservar nuestra casa más allá del final de un ciclo. El corolario de la Recapitulación es la creación de un facsímil energético de nosotros mismos, que es cedido al campo ontológico a cambio de que nos permita sostener nuestra individualidad. Por ello, el final del ciclo de nuestra vida orgánica en la Tierra no se presenta como una muerte ordinaria, sino como un evento donde nuestro propio campo energético se compacta, para proseguir su viaje de conciencia en otro ámbito. A los videntes les resulta también evidente que el campo ontológico abre esa opción con el objetivo de preservar la conciencia.

En síntesis, la Recapitulación tiene efectos profundos y asombrosamente benéficos en todos los estratos de nuestro ser, tanto de inmediato como a largo plazo. Es la piedra angular del conocimiento de los videntes modernos, y la práctica que define en buena medida su condicion como tales.